Ayer, una vez más, subí el cerro de la Fila. Desde 1974, cuando me mudé a esta urbanización, he sido su asiduo visitante. Es un encuentro muy especial con nuestro San Luis, desde una perspectiva privilegiada, es poner los pies sobre una naturaleza agreste, con vegetación variada, topografía irregular, ideal para disfrutarla como senderista.
Periódicamente lo recorro, al principio, con mis hijos, ahora de las manos de mis nietos menores. Mi interés, aparte de disfrutar del paseo, es sembrar en mis descendientes y vecinos el amor por este pulmón vegetal a fin de fomentar y desarrollar en sus conciencias el sentido de pertenencia, porque ¡Solo queremos y defendemos lo nuestro!
La Fila es hoy – y desde hace muchos años- víctima de algunas autoridades municipales, de interesados dirigentes vecinales y de indolentes deportistas a quienes no les preocupa alterar la configuración natural de este sendero si, con su complicidad, las prácticas bicicletereas les brindan algún beneficio.
Sé que nuestro parque tiene una extensión de 17.000 m, mas ignoro la cantidad de violaciones perpetradas por personas ajenas a nuestra comunidad que contravienen a conciencia la resolución municipal que prohíbe la circulación de cualquier tipo de vehículo por su territorio.
Arduas han sido las luchas por obtener el respaldo de las autoridades quienes prefieren la cosmetología paisajista al rescate estructural de nuestros bosque. Puede que se desbroce las caminerías y la entrada al parque, se pinte las máquinas deportivas, se limpie la grama o pode los árboles, pero… lo más importante, la restauración de la topografía original del parque, la reforestación de las trochas abiertas y la destrucción de las rampas arbitrariamente armadas sin consultas ni asesorías pertinentes, no se asumen. Para colmo, y también producto de la permisiva actitud de los gobernantes locales, La Fila recibe, minuto a minuto, las aguas servidas arrojadas de edificios ubicados en las Colinas del Tamanaco.
La remota lucha vecinal es y ha sido flagrantemente ignorada por las autoridades municipales desde cuando estábamos adscritos al municipio Sucre (La arbitrariedad de sus gobernantes hizo posible la inserción en nuestro CCSL de la torre Mayupán, ofensivo monumento a la sensibilidad vecinal), las asociaciones de vecinos salientes, los cuerpos policiales, los habitantes indiferentes ante las consecuencias que la destrucción traiga tanto a las especies de la flora y la fauna de la región como a sus residentes y asiduos visitantes. Y pensar que el alcalde de Baruta y su asesor político son “vecinos” de San Luis.
Hoy vi con entusiasmo el video “Hermoso paseo por el parque La Fila en Baruta” (YouTube, montado por GUS). Para los sanluisenses es una pieza histórica, pues, nos presenta el Parque La Fila en su esplendor y presagia la huella de los bicicleteros que iniciaban su incursión depredadora en nuestro pulmón vegetal. Invasión que hoy, tristemente, se ha consumado: nuevas trochas, rampas, vías para la competencia y el entrenamiento de los bicidepredadores, abiertas e instaladas ante el conocimiento e indiferencia de cuidadores complacientes anuncian el peligroso futuro que espera a la Fila, San Luis, Baruta y Caracas, pues, se trata del único bosque seco de nuestra ciudad.
Parodiando a Galeano, pudiera afirmarse que están ardiendo “las venas abiertas del parque La Fila”.
Afortunadamente, aparece en escena un equipo vecinal (dispuesto a rescatar La Fila), unos concejales (sensibilizados con nuestra lucha) y expertos profesionales (biólogos, geólogos…) quienes, además de su voluntad y disposición conservadoras, estimulan el trabajo restaurador.
Así hemos logrado imponer a la destrucción forestal la lucha ciudadana.
Nuestra consigna “Todos somos San Luis” va más allá de las palabras y llega al corazón de quienes nos sentimos sanluisenses sin complicidades ni tapujos. La Fila es nuestra y nos opondremos a cualquier tipo de negociación inducida que otorgue poder para la destrucción y el semideporte bicicletero a quienes no piensan más que en ruedas, trochas, rampas y competencias.
La Fila no solo necesita el maquillaje municipal, quiere continuar siendo el sendero donde nuestros niños den sus pininos, los jóvenes y adultos practiquen sus caminatas y la tercera edad disfrute la sombra biennechora.
¡Todos somos San Luis. Ocupemos sus espacios!
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